DESPUÉS DEL FUEGO
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El capricho de los dioses

—[…] Vayamos a buscar la excelencia juntos. Hagamos arte. Construyamos el futuro. Alcancemos nuestro mejor yo.

En el post anterior

Como se vio en la primera parte de la reseña, La ciudad justa (2015) es una adaptación futurista de La República de Platón. Jo Walton explora la idea de utopía bajo la iniciativa de la diosa Atenea, quien, temerosa del fracaso, lleva a cabo el proyecto en un lugar que no perdurará. No es casual, por tanto, que la diosa escogiera precisamente la isla de Kallisté, ni que la relacionara con la Atlántida, una isla que desaparecerá después de una erupción volcánica.

La ciudad justa incorpora varios elementos de La República, entre los que se encuentran la ciudad ideal, las clases sociales, la búsqueda de la justicia o el papel de Sócrates.

En La República, para describir las clases sociales en la polis ideal, Sócrates hace alusión al mito fenicio que compara a cada ciudadano con un metal. Del mismo modo, en la novela de Walton, la naturaleza de los niños también se asimila a la de los metales.

Haz clic en este enlace antes de continuar si aún no has leído la primera parte de la reseña de La ciudad justa.

¿Hay esclavos en la Ciudad Justa o en la República?

Uno de los puntos de inflexión en la historia se da cuando Sócrates descubre que algunos robots (los trabajadores de la ciudad) responden a sus preguntas, al principio diferidas en el tiempo y después mediante inscripciones en las calles. El filósofo deduce que algunos robots han desarrollado autoconciencia. Esto plantea un conflicto: se han tratado a los robots como esclavos, puesto que la mayoría querrían hacer otras cosas diferentes a las labores impuestas.

En Politeia: un estudio sobre la República de Platón (2021), Oscar Velásquez manifiesta que el tema de la esclavitud en la obra de Platón es un asunto abierto a discusión (pág. 200). En el texto cita dos pasajes de La República de los libros IV: 433 c-d y IX: 590 c-d (pág. 205).

—Y si hubiera necesidad —añadí— de decidir cuál de estas cualidades constituirá principalmente con su presencia la bondad de nuestra ciudad, sería difícil determinar si será la igualdad de opiniones de los gobernantes y de los gobernados o el mantenimiento en los soldados de la opinión legítima sobre lo que es realmente temible y lo que no o la inteligencia y la vigilancia existente en los gobernantes o si, en fin, lo que mayormente hace buena a la ciudad es que se asiente en el niño y en la mujer y en el esclavo y en el hombre libre y en el artesano y en el gobernante y en el gobernado eso otro de que cada uno haga lo suyo y no se dedique a más (La República, Alianza Editorial, 2019, Libro IV: 433 c-d, págs. 293–294).

Velásquez concluye: «Resulta, entonces, que en el plano de lo que Platón efectivamente dijo, no es fácil probar una posición favorable de su parte a la esclavitud, ni desde el punto de vista de sus afirmaciones positivas ni, menos aún, desde una perspectiva teórica» (pág. 209).

La falta de consentimiento

El texto comienza con el mito de la ninfa Dafne que es convertida en árbol por Artemisa. Apolo, contrariado, busca a su hermana Atenea para que le explique lo sucedido. Esta le cuenta que pudo ser porque Dafne no le correspondía y él la estaba persiguiendo para copular.

La falta de consentimiento se verá también reflejada en la violación que sufre una de las patronas al inicio del proyecto, cuando los patrones y las patronas estaban dándole forma a la ciudad (págs. 113–120). Un hecho que acaba pasando prácticamente inadvertido en el libro.

Pero la falta de consentimiento también se da a la hora de estar en el experimento, que Sócrates le reprocha a Atenea:

—¿Y cómo sabes que vale la pena tener esta ciudad?

—Es una verdad obvia.

—Puede que lo sea y puede que no, pero ya has establecido que no lo sabes todo y que esto era un experimento. No sabías, no podías saber, si les proporcionaría una vida mejor a aquellos que vinieron aquí contra su voluntad.

—Rezaron para estar aquí.

—Los patrones rezaron, los niños y los trabajadores se compraron con dinero y no se les dio ninguna opción, ya que hemos acordado dejar al margen las supuestas decisiones que tomaron las almas antes del nacimiento (pág. 445).

El capricho de los dioses

Durante los primeros cinco años de la historia, se asiste a la fundación de la Ciudad Justa según las directrices de la obra de Platón. Sin embargo, la aparición de Sócrates actúa como catalizador o detonante y será un punto de inflexión en la evolución del proyecto ideado por Atenea. Sócrates, lo mismo que las niñas, los niños y los robots, es transportado a Kallisté sin su consentimiento. Él, además, se niega a ir expresamente.

En su caso, es llevado desde su propio tiempo justo antes de morir. Se supone que su misión es enseñar retórica (pág. 129) a los escolares que escoja como amigos (Simmea, Cebes y Piteas). La realidad es que su necesidad de cuestionarlo todo hace que los demás comiencen a plantearse también si Kallisté es en verdad un modelo de Vida Buena.

La ciudad justa, al igual que La isla de Aldous Huxley, es una utopía sin futuro. Desde el comienzo de la novela, la autora anticipa la caída de la ciudad. A pesar de ello, hay una idea subyacente en el libro: ¿puede el capricho de una diosa recrear La República de Platón?

Para responder a esta pregunta, será Sócrates el que argumente ante Atenea por qué el experimento de la Ciudad Justa no ha resultado ser un ejemplo de Vida Buena. El filósofo manifiesta que se debe a la propia imperfección de la diosa y de la obra en la que se inspira.

En el debate final entre Sócrates y la diosa, el filósofo le pregunta por qué no lo trajo hasta el quinto año. Sócrates continúa: «[…] Creo que sabías que no aprobaría la ciudad y no querías que tuviera voz durante su fundación. Creo que sabías que no estaría de acuerdo y que muchos otros se habrían puesto de mi lado. Yo no pedí venir: me trajiste contra mi voluntad» (pág. 447).

Sócrates, además, es crítico con las decisiones de Atenea, dado que fue deliberada la elección de un tiempo y un lugar en los que no podía durar el experimento y le dice: «Eres una Diosa, deberías tener más sentido común que los mortales, pero eres peor. Nosotros actuamos dentro de nuestras limitaciones y tú dentro de las tuyas, pero eliges tomar nuestras vidas e inmiscuirte en ellas para tu diversión, haciendo lo que te place con ellas, contra nuestra voluntad y desconociendo si el resultado será bueno o malo. […] Dices que la de esta ciudad es la Vida Buena, pero, ¿cómo puede ser la Vida Buena si requiere intervención divina constante para funcionar? No puede ser la Vida Buena si sus habitantes no pueden elegir si quedarse o marcharse, si no pueden decidir por sí mismos cómo mejorarla. En lugar de darles opciones, los aprisionas en esta isla sin posibilidad de dejar un legado ni de pasar a la posteridad y los obligas a tener hijos aquí, cuyas almas están ligadas a este tiempo y que morirán cuando entre en erupción el volcán» (pág. 451).

Mi opinión

Sin bien he visto interesante reseñar La ciudad justa en relación con la obra de Platón, lo cierto es que la novela de Jo Walton puede leerse sin necesidad de haber leído La República.

En líneas generales, es destacable la maestría de la autora para adaptar a los tiempos contemporáneos un texto del siglo IV a. C., así como la estructura clásica en tres actos de la novela.

El libro comienza con la presentación de los personajes, cómo eran sus vidas antes de la llegada a Kallisté y cómo es su primer contacto con la ciudad. Después, la historia va avanzando en su desarrollo: los acontecimientos van en una línea creciente y progresiva hacia la construcción de la Ciudad Justa como modelo de una Vida Buena. Por último, el debate final entre Sócrates y Atenea nos lleva a una ciudad sumida en el caos.

Los capítulos narrados por Simmea son los más frescos, quizá porque cuenta la historia de una niña en su relación con sus amigos Cebes y Piteas, al tiempo que se construye el proyecto utópico y, posteriormente, cuenta la historia que sigue los encuentros con Sócrates. De ahí que los momentos más interesantes de la novela sean las conversaciones entre los niños y el filósofo.

También cabe mencionar la reflexión sobre la esclavitud de las máquinas inteligentes y autoconscientes o el cierre del libro en la voz de Apolo sobre la importancia de conocerse a uno mismo, la excelencia y la igual relevancia de los demás (darles un espacio para que tomen sus propias decisiones y permitir que esas decisiones cuenten).

En conclusión, recomiendo la lectura de esta novela para quienes es necesario el debate sobre la justicia y la injusticia a la hora de construir una vida mejor. No desde el absolutismo, sino desde la visión relativista que, en el caso de La ciudad justa, aporta Sócrates.

Letra Utopía

Letra Utopía es mi blog literario. Cada mes publicaré reseñas de obras de ficción especulativa y otros libros que me vienen acompañando desde que empecé mi primera novela. En el próximo post reseñaré Ecotopía de Ernest Callenbach.

Ernest Callenbach es un autor estadounidense, cuya obra literaria destaca por su compromiso con los problemas medioambientales. Ecotopía es su novela más famosa y se ha convertido en un clásico de la utopía ecologista. En esta propuesta, describe un nuevo estado formado por el norte de California, Oregón y Washington, que se han independizado de los Estados Unidos. Una nueva nación que prioriza la sostenibilidad de la vida humana en la Tierra.

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¡Nos vemos en el próximo post!

CRISTINA R. YEBRA
/Autora de utopías


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